de Cecilia Pisos
en Las hadas sueltas
y en 13 de espanto.
hadas
Las hadas del limonero
No pueden ser sino llenas
del jugo del amarillo,
redondas, agrias,
pesadas.
Tienen lunares de hormigas,
mantitas largas de escarcha.
Andan siempre de a racimos,
tomando té,
rama en rama.
Hadas de arena
Si sopla el viento
y no están mojadas
se deshacen y vuelan
por el aire,
las alas por un lado,
los bonetes puntudos
por el otro,
y un polvo triste
hecho de caracoles
cubre todas las cosas.
Pero si no molestan
la brisa ni los niños,
se quedan bien quietitas,
jugando a las estatuas
con lunares de abejas
y collares de algas.
Las hadas viejas
Llega un día en que las hadas más ancianas
se acuestan en camas de papel de arroz.
Allí pasan los días de hacerse viejas,
vuelven por última vez las hojas
de los libros que más aman,
tejen bufandas de ceniza suave para todas sus nietas,
dicen secretos al oído
y regalan de a tres sus pulseras de brillo
y piedra seca.
Una mañana, por fin,
las hadas viejas,
se desprenden las alas y se calzan
unas pantuflas de fieltro silencioso.
Sólo sabemos que se han ido
porque al instante, las alas se deshacen
como las flores de un jarrón antiguo.
Las hadas infinitas
Son largas
como las cintas
que se pone el aire
cuando anuda
las nubes de la tarde.
Profundas
hacia el viento
como una hilera cosida
de pájaros en fuga.
Y al fin, todas enteras,
como un día
que baja hacia la Tierra
desplomando
oscuridad, estrellas,
grillos y faroles.
ogros
Un ogro tiene encerrado
a un niño en una burbuja.
Si el niño llora y se queja,
lo pincha con una aguja.
Un ogro cruza la noche
apagando las estrellas;
las estruja con sus dedos
como si fueran luciérnagas.
Las palabras no tiene paz
Hace 1 año